Excepción sin regla (IV): Recuento

Érase un artículo que alcanzó el final antes siquiera de completar su primera oración. Para qué esperar más, a menos que nada cambie. Y no lo hará. En el aire, otra vez; entre el suspense narrativo y el suspenso político. Durante las próximas horas, días o semanas este relato continuará sobrecargado de tensión, desacompasado en ritmo y necesitado de pausa.

Aquella noche electoral vería el nuevo amanecer sin vislumbrar la ansiada luz. Los candidatos de esta fábula sin moraleja reconocerían en su fuero, o Constitución, interno que así debía ser. Por cuanto hubiere un hubo, habrá un habría. Y este pertinaz condicional mantendría en vilo a una sociedad; dividida, de nuevo, entre la solución en el presente y la decisión sobre su propio futuro. Convencidos por la fuerza, de los hechos y derechos, que ni el camino de baldosas amarillas conduciría a Oz, ni el recorrido de adoquines anaranjados hollarían presidencia alguna.

Promesas, sólo eso.

Siempre lo fueron; durante 15 días de campaña, dos meses de intervención gubernamental o varias legislaturas de proceso  de desconexión. Aquellos políticos trasnochados -por las horas- comprendieron al fin que su palabra nunca será la última: ni para imponer la unidad patria ni para disponer la ruptura republicana. Pronunciadas con resentimiento y revancha, proscritas en el extranjero, cautivas en prisión, categóricas desde Moncloa, apasionadas desde el mitin de turno…

Palabras, sólo eso.

Siempre lo fueron. Hasta que el pueblo pronunció la suya, aquella que unos creían mayoritariamente silenciada y otros acallada por los antidisturbios. Los catalanes han metido y resuelto la papeleta a sus legisladores. Ahora hacen reCuento y se dejan de tales. Se limitan a posar frente a sus representantes, a mostrarse tal y como son. Fiel reflejo porcentual de una sociedad que ellos y ella, como candidatos, presumían de conocer. Ahora les confían su palabra por cuatro años. Otra vez. Y de nuevo, más palabras; caducas en horas, días o semanas… Pero con la esperanza de que nadie, ninguno, vuelva a creerse nunca más en posesión de la última.

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