Excepción sin regla (V): Saulo

«¿Por qué me persigues?»

Saulo de Tarso y san Pablo eran el mismo tipo. Lo aclaro para quienes dieron Ética y certificaron, en EGB y en teoría, mayor civismo que yo. Los de Reli siempre estuvimos en el limbo. No confundir con Babia, eso cae por León. En realidad y como en Corea, aquella franja celestial desmilitarizada y moralizante separaba cielo de infierno y a San Pedro de Kim Jong-Un. Lo confieso ante vosotros, hermanos: ‘Alabaré, alabaré’ era mi canción fetiche. Nunca supe exactamente qué debía lavar. Probablemente mis orejas para escuchar bien y entender mejor aquella letra; pero molaba un rato. Tanto o más que la melodía yanqui del ‘Gloria, gloria, aleluya’. La misma tonada que precedía al genocida Séptimo de Caballería en los western pese a que su naturaleza original fuera antagónica.  Y así vivíamos, decía, en un limbo cerquita del cielo. Al menos hasta que la Iglesia decidió recalificar los terrenos de la fe.

Total, que en aquellas clases de Reli supimos cómo el tal Saulo se cayó de un caballo; cómo una voz profunda y tronadora le interrogaba por lo que la primera oración de este artículo reza; cómo oró luego él y pro nobis bajo el pseudónimo de San Pablo; y cómo le dio por escribir un porrón de cartas con franqueo pagado. Eso sí, ninguna de las misivas surgidas de este doctor de la Santa Madre Iglesia podrá igualar jamás a las encíclicas de su tocayo, el no menos docto magistrado del Supremo e insigne perito en psicología esférica.

Rebautizado como el «Llarena solitario«, Pablo Llarena va camino de escribir un auto -de fe- donde no sobreviva ni el apuntador. Dios se apiade de su secretario judicial. Cual vengativo Don Mendo, declamaba el juez sobre el Supremo escenario que «no se aprecia en la esfera psicológica interna [de los investigados] un elemento potente que permita apreciar respeto a las decisiones de este instructor» Caramba con el aprecio por las instrucciones. Como para que luego me critiquen a IKEA. Mi-mi-mí. Con la venia, desconocía que Psicología fuese troncal en Derecho.

Llarena está en el vórtice del huracán mediático. Unos lo aplauden a rabiar, otros amenazan de manera cobarde a su familia. En una frenética lucha contra el crono, el magistrado se apresura a reescribir su relato del 1-O. El Times corre en su contra, pero él se pone Le Monde por montera. Decía Tagore que «leemos mal el mundo , y decimos luego que nos engaña» El mundo tal vez no, pero el devenir político de Cataluña, y de España, sí que está en sus manos.

La justicia siempre fue ciega. El resto hace oídos sordos a las advertencias de medios internacionales. Lo que haga falta para combatir la independencia -judicial- convienen M.Pilatos y su vice SantaMaría mientras se lavan las manos en Moncloa. Mas queda mucha instrucción por predicar hasta el día del Juicio Final. A estas alturas del manual y de este Nuevo Testamento, ¿se caerá nuestro Saulo del caballo para ver la luz? ¿Lo descabalgarán antes de que se desboque del todo en sus diligencias judiciales?  Que alguien llame a John Ford, por favor: necesitamos saber quién tomará las riendas políticas del asunto.

Nunca lo he tenido claro. Lo de Cataluña me parece un contrasentido de todos para todos y por todo. Se ofrece diálogo pero nadie habla. Se pide respeto y pocos lo practican. Unos se obcecan en decidir el futuro y otros se emperran en judicializar el presente. Una trifulca monumental. Es entonces cuando, a riesgo de excomunión, me encuentro en medio un reconfortante artículo de Manuel Vicent sobre arquitectura y geometría: «la equidistancia te hará escéptico y amable; es el eje de acero esencial para que no te derrumbes por dentro»

Legisladores que incumplen la ley, políticos que no hacen política, presidentes que dicen guiar al pueblo mientras posan para Delacroix y otros medios de comunicación internacionales… La lista de oxímoron es tan extensa como desalentadora. Geolocalizado Puigdemont y tras nuevos ingresos en prisión, los desánimos se caldean en la calle. Semana Santa de penitentes y manifestantes. Se nos ha ido de las manos, murmuran. Ruego por que no se llegue a éstas mientras esperamos, atenazados, la lectura de la nueva carta de Pablo a los catalanes.

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