No por mucho madrugar

Hoy lo veo claro, aunque más oscuro de lo que me gustaría a estas horas: 

El refrán se cumple. Cuando creíamos que ya habíamos vencido al crudo invierno, llega este inopinado cambio de hora y tiñe de negro, y de nuevo, los amaneceres.

Tal vez no le guste, pero existe consenso científico: se apuesta por mantener el horario de invierno al ser esta opción más equilibrada.  

Espere, espere… Antes de que diga el consabido  “es que a mi no me gusta”, recuerde que el horario de invierno no significa que haya menos horas de luz, o que todo el año sea diciembre, sino que se haga de noche a las 10 de la noche en la noche de San Juan. 

Las variaciones de luz a lo largo de las estaciones son suaves para permitir la adaptación humana, suavidad que el cambio al horario de verano rompe.  Puestos a cambiar la hora, expertos de la Universidad de Santiago de Compostela y  Sevilla coinciden en apuntar que sería más adecuado posponer ese cambio a la primera semana de abril para no volver del todo a la penumbra. Según su tesis, con atrasar el cambio de hora una semana se aprovecharían mejor las condiciones de luz matinales que nos brindan ya los últimos días de marzo más favorables para empezar bien el día.  

Según un estudio de la Universidad de Granada, el horario de invierno evita el exceso de luz por la tarde-noche. Algo que provoca una merma en la calidad del sueño y, a decir de los doctos doctores, un aumento significativo de patologías graves. 

El cambio de hora no nos garantizará jamás más horas de luz, sino que éstas cambien de nombre. En realidad, las horas de luz serán siempre las mismas. Otra cosa es en qué momento de la jornada lucirá más o menos el sol. Recuérdelo cuando en junio, a eso de las 10:00 de la noche, usted se queje del calor horroroso a la hora de meterse en su cama porque no ha habido margen de tiempo suficiente para que refresque el ambiente.

En cualquier caso, tan sólo por dejar de hablar de este tema dos veces al año, bien merece la pena acabar con el cambio de hora. ¿No creen?

Palabras sueltas

Weblog sobre radio, comunicación e historias del día a día. Me defino como un radioyente metido a locutor, pues el periodismo siempre fue una excusa para acortar distancias.