Yo achatarro. Tú achatarras. Él achatarra. Nosotras achatarramos. Vosotros achatarráis. Ellas achatarran.
La semana se puede medir por sus palabras y éstas, por la actualidad. En ésta que hoy concluye he aprendido a conjugar el verbo achatarrar. Y todo gracias al programa de ayudas para reducir emisiones retirando coches la flota de vehículos con más de 20 años rodando por Euskadi, pues deben ser achatarrados. Será la primera vez que conjugo el verbo de marras. Achatarrar.

Mientras en la Comunidad Autónoma de Euskadi se anuncian caravanas de protesta por las Zonas de Bajas Emisiones o el proceso para la implantación de la viñeta ecológica queda en el limbo en la Communauté d’agglomération du Pays Basque, leo que en Nueva Delhi se prohibirá repostar a los coches de gasolina con más de 15 años y a vehículos diésel con más de 10 años.
Ahí lo dejo. Porque en este país nunca se sabe: un día tomamos como modelo educativo a los países nórdicos, otros a la innovación tecnológica de Silicon Valley y, si ésta no nos vale para las coches, igual la solución definitiva la encontramos en Bollywood. O en otras palabras: del clásico infantil “el que no pita no pasa» al «Del pita del«
Pero les hablaba de palabras y la importancia de verbos que nunca hemos conjugado antes. Por ejemplo, siempre recordaré a un contertulio que solía decir “me conmueve esta situación” Creo que es a la única persona a la que he escuchado conjugar el verbo conmover para decir que algo le daba pena. Me sucede lo mismo cuando escucho la noticia de una catástrofe o suceso. Normalmente las personas afectadas dicen mostrar su impotencia ante una situación.
Dicho en otros palabros: no oso criticar a quien así se exprese ni animo a que postergue el uso que supiera y siempre le satisfizo. Pero entre osar y atreverse; y satisfacer y molar, pues digo yo que tiene que haber un punto intermedio.
Me refería a lo antinatural de la emoción. Cuando las palabras no se corresponden con los sentimientos. A veces tengo la sospecha de que, entre medios y redes, hemos empobrecido los matices y contaminado el uso natural y la forma de expresar nuestras emociones más básicas, modelando los testimonios hasta el punto de que todo parece fruto de un guion.
¿Qué quieren que les diga? Cuando a mí me sucede algo que me enfada, no suelo medir tanto las palabras. Para algo están los tacos, no sólo para ir de picoteo.
Frente a la cruda realidad y el cabreo generalizado, sobran las conjugaciones verbales forzadas. Naturalidad lo llaman. El resto, palabrería barata; como cuando se acumulan monedas sin valor: pura chatarra.








