Vaya cuento que le echan. Fue precisamente en clase de Literatura donde lo oí por vez primera. Aquello sonaba ‘indocente‘. A punto de sumergirnos en el mar perlado de Steinbeck, María Jesús habló del chollo que tenían montado ciertos colegas suyos al otro lado del charco, allí donde se zambullía Kino. Resulta que cada cierto tiempo los profes se regalaban un porque-yo-lo-valgo. Puro hedonismo académico. Dicho fino, los sobrinos aplicados de Sam ponían tierra yanqui de por medio para trabajar el binomio mente/espíritu. O, como todos los de 1º de BUP concluimos, la terapia pasaba por pasar: de todo y todos; reciclarse en algún punto limpio docente; y otear nuevos horizontes durante un curso con mote, sabático.
Me ahorraré -y de paso a ustedes- lo del origen hebreo y su supuesto carácter erudito; frente al ocioso dominguero, de reminiscencia católica. Así que no me iré por los siete cerros de Roma. Tampoco por las otras tantas colinas de Jerusalén. No escarbaré donde no se hallan respuestas. Porque un año da, créanme, para contestar a muchas preguntas y volverse a cuestionar por las respuestas recién obtenidas.
Aquí no encontrarán ni unas ni otras. El blog que hoy publica sus páginas no mira al ayer ni al futuro. No es existencialista, aunque deba su origen a una terca coherencia propia de Pessoa -o de alguno de sus heterónimos- cuando sentenció: «prefiero la angustia a una paz que me pudra». Durante ese tiempo gris, el recuerdo de etapas pasadas se amplifica para confirmar otra de las proverbiales ecuaciones de Einstein: «La vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa». Y en ese empeño, descubres que todo vuelve a fluir y cobra nuevo sentido. Que palabra y honor son monedas fuera de curso, que el valor de los verdaderos amigos es tangible, que el fútbol es así y no hay rival pequeño, que ley y justicia suenan tan bien como fallan, que toda planta trepadora hunde sus raíces en los huecos libres, que los Beatles te honran con letras metafóricamente balsámicas y hasta Lennon te resulta nuevamente inspirador: «la vida es aquello que te va sucediendo mientras te empeñas en hacer otros planes» Y así te das cuenta de que, tras Harvey, Irma, José y María; tu tempestad amaina súbitamente con el aliento de Wilde, al comprobar, como él, que «toda vida se puede concentrar en un instante«. En un clic, el que nos trajo aquí desde aquella clase de Literatura.
Con el otoño, llegó también el momento de dejar caer estas otras hojas en la Red. Escribir sobre lo que me rodea resulta costosamente alentador y terapéuticamente inservible. He entendido que el articulista novel encuentra en ese folio en blanco el reto de hacerlo interesante y el regusto ególatra de creer que también lo es para el resto. Llegó el día de abrir al público este rincón donde forma y contenido distraen la ansiedad, calman la verborrea y mitigan a todo librepensador autocensurado. Advierto de que estos artículos no recogen nada en particular. Resultan inconexos, de temática intrascendente, como lo es nuestra vida a ojos de terceros. La existencia de este blog es, pues, sintomática del mundo que nos toca vivir y donde el resquicio para la idílica reflexión y sosegada lectura se aleja entre el infernal cacareo de la notificación asfixiante.
A punto de publicar su contenido hasta ahora de consumo privado, no prometo nada y me ratifico públicamente en lo anterior. Tienen mi palabra y tales garantías. Entre ellas figura también la de no atarme a rígidas esclavitudes amanuenses o plazos que hipotequen otras inquietudes. En resumen: no es cuestión de robar su tiempo, ni perder el propio.
Gracias por su [in]comprensión.
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