«Su trabajo es tan bueno que nadie notaría que lo hizo una mujer»

La frase anterior va «entrecomillada» por razones obvias. Fue así como Hofmann reconoció el mérito de una alumna que se sabía artista. Nació un 27 de octubre como este, pero de 1908; era estadounidense, de Nueva York, se llamaba Lena y mujer. Pero por encima de todas éstas o cualquier otra circunstancia personal, ella defendía su condición de «artista». Y lo era.

Lee Krasner. Color Vivo constituye la más importante antología que sobre la artista pionera del Expresionismo Abstracto haya acogido una pinacoteca europea en décadas. Un período tan prolongado como la sombra que proyecta sobre su obra la figura de quien fuera su marido: Jackson Pollock. De la mano de la comisaria de la exposición en el museo Guggenheim Bilbao Lucía Aguirre, en este reportaje recorro cronológicamente las obras cruciales de esta artista que bebió de diferentes estilos manteniendo su esencia y la viveza de su color.

Una visita sonora que comienza frente al espejo que empleó para certificar su primera obra. Aquella que le valió el discutible halago de Hans Hofmann con quien estudió a partir de 1937 la obra de PicassoMatisse y otros pintores abstractos europeos. En 1940, comenzó a exponer con un grupo de pintores norteamericanos, donde acabaría por coincidir con su luego esposo, estableciendo el expresionismo abstracto.

La intensidad cromática de su paleta y su evolución es un recorrido por su vida en Long Island o las muertes que afrontó ante el lienzo: losas grises por su padre, luto ocre para Pollock… Krasner entiende la destrucción de una obra como posible origen de otra, sopesando la elección de un material hasta alcanzar un color puro, vivo y sin pretensión sobre su tonalidad final.

Una vida -y obra- que se puede recorrer hasta el próximo 10 de enero de 2021 en el museo Guggenheim de Bilbao.

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