Ni guau guau, ni miau miau. Cuentan que Alonso Quijano jamás previno a Sancho de nada. Ni palabra sobre los ladridos, ni una advertencia sobre su cabalgadura, ni siquiera una sutil mención a las cabalgatas. ¿Qué se pensaba? Oiga, le recuerdo que el ingenioso fulano se travestía con una palangana por montera. Ya me dirá qué consejo se puede esperar de un hijo de hidalgo que la pagaba con unos molinos… Así que Sancho, llamado a ser cónsul de Barataria, nunca se pudo dar por aludido. Tampoco hubiese debido. Desde el Siglo de Oro, todo padre de la patria conoce de su obligación. A saber, ante cualquier revés conviene hacer mutis por el foro nevado de la AP-6. En román paladino, pasárselo por el mismo forro donde el triunfo halló arco bajo esa N-VI; en Madrid, el de la «Victoria«. ¡Oh, blanca Navidad! Copos de nieve, ventisca castellana, y wifi para festejar Reyes en Sevilla.
Fieles a su legendaria ruta los monarcas partieron el día 6, mas el eco de sus pasos aún resuena en la corte. Me refiero al emérito octogenario que se las pirraba por un regio homenaje. Tras hacerle la pascua política, se la vistieron de militar y tan ricamente. Ea, que ya pasó: arropado por su familia Real, aplaudido por la plana mayor y aparentando no leer las primeras planas. Porque aunque la mona se vista de pascua, ya lo cantaba Sabina: «a mí, que, al Borbón lo pierdan las faldas; mire usted, chapeau, sin hijas bastardas no habría monarquías, lo dice hasta Ansón» Pero como te digo una co’, te digo la o’
Aparte de dinastías de rancio abolengo, hoy entronizamos aquí a otras monarcas. En concreto, a la reina drag que se montó sobre una carroza para que otros armaran el Belén. Desde el vis cómico de este serio asunto, la amenaza ética y estética nunca fue equiparable al mal gusto de un Cristo con dos pistolas. Convendrán conmigo en que la tolerancia se demuestra andando, o en carroza. Eso sí, admito mis dudas sobre la oportunidad vallekana. Me planteo la naturaleza del desfile. Distingo entre representación religiosa y fiesta para niños. Pienso que a la igualdad le da igual el día. Y me da que a los intolerantes también. Intuyo que era un pretexto para ladrar. Dudo que la reivindicación haya calado. Temo que la polémica eclipse otra vez el mensaje. Espero que no sea contraproducente a largo plazo. Y confieso, sin rubor alguno, que me gusta la pluma de Juan Ramón Lucas sobre el particular. Desde Jane Austin, se ha escrito mucho desde el prejuicio y apenas sobre el orgullo. No hay mordazas, riendas ni bozales que valgan. A fin de cuentas, el respeto ajeno parte también del propio.
Sábete Sancho, que no es un hombre más que otro si no hace más que otro.
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