Fue en Ensayo sobre la ceguera. De pronto las páginas cambiaron de olor. En la oscuridad sobrevenida, Saramago me contagió su epidemia y asistí al desbordamiento del retrete. Caos social, podredumbre humana y mierda de variopinto adjetivo. Apestosa, maloliente, putrefacta, viscosa u acuosa; cuestión de densidades mas la misma mierda es. Idénticas heces que nos circundan a diario y ante las que también nosotros evidenciamos falta de vista, o de mera inteligencia. Ahora Osakidetza apela a ella para frenar el contagio de enfermedades como la diarrea, conjuntivitis o gripe. De hecho afirman que casi la mitad de las infecciones se podrían evitar con una simple pastilla, la de jabón.
No acostumbro a escribir sobre nada situado de cintura para abajo. Considero que, salvo por la ubicación del sexo, este tercio corporal no posee gran encanto periodístico. Es pues una excepción como importantes se antojan para la sanidad vasca las consecuencias de esta hedionda realidad. Las cifras no defraudan y son también pa cagarse. Hasta un 10% de la población lo confiesa con más cara que espalda donde esta última pierde su nombre. Uno de cada cuatro encuestados afirma que pasa de lavarse las manos tras obrar. Todo un marrón. Tampoco es de extrañar. He visitado demasiadas veces el urinario como para recordar las jetas de quienes nunca estrecharé la mano. Mecanógrafos que obsequian con restos úricos ordenadores de puesto rotatorio. Machotes capaces de mear ahora y palmear espaldas ajenas minutos después. Desde las antípodas de mi letrina me cuentan que ellas tampoco se prodigan en pétalos de rosa. Me hablan de inodoros alejados de su etimología y convertidos en escaparates fecales de la desidia. Así que ni siquiera al otro lado del muro los posos permiten augurar un futuro halagüeño. Lo curioso es que la cisterna aún funcione más allá de Orión. ¿Alguien lo recuerda? Debajo de un botón-tón-tón del señor Roca-ca-ca aguardan 16 litros de agua pura dispuesta para mitigar las deposiciones a plazo fijo. Recuerden que los clásicos no fallan. A lo Chimo Bayo y su bombas-bombas, de agua, capaces de volcar todo su poder depurativo sobre la cavidad cerámica. Y en plena venida torrencial, lo juro, te sientes como Trump. Pues ningún botón nuclear conseguirá jamás acabar tan certeramente con lo peor de lo que el ser humano es capaz.
No hay excusa tras el excusado. Chimbo, Lagarto, Mistol, Fairy o lavavajillas de marca blanca. Éste no es un artículo de branded-content, pero por Dios, Pilatos o lo que más quieran; que luego todo va a la boca. Evitar nuevas infecciones está en nuestras manos. Al igual que los 150 tipos de bacterias, aquellos bichitos azules y amarillos que salían en La vida es así, y que pueblan los surcos de nuestra huella dactilar. Como el papel desperdigado sobre el suelo mojado, como la falta de pestillo en la puerta o como la luz con temporizador para sprinters también las líneas de este nauseabundo artículo tocan a su fin. Un comPost para este blog que, como apreciarán despreciarán, toma su título del entremés protagonizado por el genial dramaturgo. Y razones sobraban al académico para enviarnos al guano. Ni derecha ni izquierda. Con voz rotunda y tronadora, Fernán Gómez indicó a esta piara el camino que nos merecemos: el recto. Pues como advierten los endocrinos; somos lo que comemos.
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