Pienso luego existo. Al menos, en teoría; pues la existencia es también una cualidad atribuible a terceros. Estamos ante un simple choque de percepciones. Sólo así es posible confirmar que la inconsciencia de ciertos gañanes no está reñida con su pervivencia en este mundo. Que se lo digan a los concursantes de ciertos realities o a los merecedores de los premios Darwin. La evolución comunicativa parte también de la reflexión. Desde la adopción de planes estratégicos, toda organización se sume en sesudas reflexiones que llevan aparejadas sus correspondientes procesos internos. Si bien no siempre se encaran de manera eficiente.
Ponerse delante de un espejo no siempre devuelve tu mejor imagen. En ocasiones la luz evidencia tus arrugas, en otras suaviza tus rasgos. El hecho objetivo no es tal. Todo depende de lo complaciente de cada cual. Y en esa macedonia estratégica hallaremos dudas existenciales, disonancia entre la trayectoria comunicativa previa, la coyuntura real o los recursos empleados y la aspiración ideal de toda organización. Como resultado, la jerarquía de la entidad memorizará la misión y valores que rigen su actividad. Por lo general, verbos sustantivados poseedores de amplitud semántica y escasa concreción. Un mantra donde las palabras migran de una reunión a otra hasta que, pasado un breve plazo, llega el momento de repensar de nuevo la propia existencia.
Hay cientos de páginas sobre comunicación. Vademécums y panaceas a granel. Sin embargo, creo que la evolución de toda empresa y su política comunicativa requiere de una simple -y difícil- terapia: la coherencia. Una cualidad basada en el rigor de los resultados obtenidos y capaz de asumir la disonancia ante cualquier eventual cambio de criterio. Un ejercicio crudo; sin servirse de paños calientes. En suma, conocer qué y quiénes somos, qué hicimos y haremos, qué nos une y nos diferencia… A partir de esta terapia de choque, llegará el momento de decidir las acciones concretas, las posibilidades tecnológicas, el momento idóneo, etc.
Estamos ante una exigencia de doble enfoque -retrospectiva y proyectiva- a la que se debe añadir una tercera: la introspección comunicativa. La reflexión de la propia masa social de la entidad proporciona un referente indispensable para la consecución de ese logro colectivo. Frente a la masa anónima, personas con nombres y apellidos. Al fin y al cabo lo que se nombra existe y sirve para dotar de identidad. Primero, individual y, por extensión, a toda la organización. Sus modos, formas de hacer y expresar. No hay nada como una cura de humildad. Desde el respeto y la responsabilidad. Desde el conocimiento y el afán de superación. Sólo así se podrá determinar la deriva y fijar la velocidad adecuada al estado de la mar de fondo. El resto, simplemente, pasará por decidir la escala más segura donde atracar antes de abordar el siguiente proceso de reflexión.
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