No comment

Cuentan mis gargantas profundas que un rumor hará temblar los cimientos del Sistema. Vamos, que si trasciende, se prepara un pifostio de órdago a la grande, en plan agárrate los machos; o cuidado Carola, que viene la ola. Tal cual, todo en la misma frase y sin respirar. Pero existe un pero, una adversativa tan redundante que il va de soi. Resulta que la información es confidencial, se deben respetar los tiempos, hay terceros implicados, faltan por confirmar todos los extremos, las fuentes no se atreven y que por responsabilidad… Total, que puturrú-de-fuá. Lo cierto es que en tales cautelas abunda casi siempre tanta verdad como en el supuesto rumor que pregona este primer párrafo. Algo parecido le sucede a Bloomberg.

Informa la agencia de noticias que no investigará a los precandidatos demócratas porque su apellido está en juego en dicha carrera presidencial. Y Trump, que aspira a honrar el suyo propio, anuncia que veta a la redicha agencia. El presidente y candidato republicano reprocha -no sin razón- que los asalariados de Mike Bloomberg no sean profesionales en lo suyo. No es estético ni probablemente ético. Mas cuando al New York Times veas sus barbas pelar, pues eso. Porque los medios se financian, como usted, gracias al dinero y éste no conoce otro valor que el propio. Los periodistas sobreviven emitiendo facturas por sus piezas informativas y, de tanto en cuando, comiéndose marrones judiciales de primero de derecho constitucional.

En ocasiones sucede que el poder y el periodismo comparten nombre y, fruto de tales intereses entrecruzados, las vendettas personales adquieren apariencia de información increíblemente veraz. Otras, la crítica y deontología profesional bajo titularidad pública se salvaguardan de aquella manera. Entre sus directivos abundan quienes albergan aspiraciones más allá del periodismo o la comunicación. Sucede a lo largo y ancho de la piel de toro, al otro lado del Misisipi y también a este otro del Ebro.

Queda probado que la libertad de información y de expresión no siempre hacen buenas migas. Ni esta última con la legalidad vigente. El debate ético, que no jurídico, se reabría esta misma semana en pleno campus universitario. Y es ahí, en medio de tal concatenación de incoherencias, donde nos situamos el resto para sopesar quiénes son buenos y malos. Un juicio de valor que dependerá de nuestra educación, experiencia personal y la presión del contexto en el que crecimos o convivimos. Un relativismo social, una percepción de los matices y una tolerancia frente a la intolerancia que ensalza la imparcialidad como valor social frente a la visión periodística de parte. Las tornas parecen haber cambiado. La decisión de Bloomberg, la mojigata agencia con nombre de precandidato, sólo viene a subrayar lo evidente.

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