Codo con codo

«Es inútil volver sobre lo que ha sido y no es ya» Se lo atribuyen a Chopin, aunque importa bien poco la autoría de esta gran verdad. Quienes parten conocen bien el amplio significado del verbo que conjugan y la intensidad de un instante tan irrepetible como irreparable. Tal vez por ello mi memoria siempre haya honrado a quienes compartieron desdicha. El tiempo fue suturando la herida y nuestros ojos se acostumbraron a su cicatriz. Afortunadamente en el incierto páramo del destierro abundaron recuerdos placenteros. Retazos del ayer que procuraban atemperar los males del pasado para encarar el futuro. El trayecto entre ambos constituye un baño de realidad y también de oportunidades, de colegas a quienes empiezo a añorar y de continuo aprendizaje. Y es ahí, en el transcurso de ese viaje sin destino cierto, donde cada alma se sabe de vuelta de todo. Tan joven y de vuelta.

Desde niño he aprendido que las palabras nombran tanto como nos definen; pues, al tiempo que describen nuestra realidad, juzgan la honestidad propia. Fetichista del contorsionismo léxico, profeso por contra el máximo respeto a la palabra dada. Hasta el final y sin paliativos. Algo demodé, lo admito; pero intrínseco a todo terco incorregible. Es congénito y se lo debo a mis mayores. Fueron éstos quienes me enseñaron aquello otro de que la manzana podrida, pudre a su vecina. Tal vez por eso siempre rehuí caminos pretendidamente fáciles pero repletos de claroscuros. Esferas donde la honestidad resulta algo tan denostado como la coherencia. Y me siento afortunado por mantener ambas a salvo, a pesar del alto coste.

Comienza una nueva etapa. Lo hace en el momento idóneo: ni antes ni después. Sin renunciar a nada y con la satisfacción de haber cosechado proyectos, amistades y futuras oportunidades compartidas. Desde hace medio mes, vivo sumido en el constante reencuentro, nuevas palabras y viejas confidencias… Como consecuencia de la pandemia, la distancia social impide todo acercamiento físico pero da pie a momentos más plenos y sinceros. Saludos cordiales, o codiales: codo con codo. Las suyas son bienvenidas carentes de besos, desprovistas de abrazos y con sonrisas eclipsadas tras la mascarilla. Sin excesivas florituras ni momentos incómodos ante el inopinado regreso. Y se agradece. Me alegra volver a chocar mi codo con quienes trabajé de igual manera durante años. Su radiografía de la situación parece idéntica, pero nada es lo mismo. Lo advertía Lewis Carroll: «no podemos volver al ayer, porque somos personas diferentes» Sin duda el pasado siempre estará ahí, eterno; pero este ineludible epílogo suyo viste hoy el prólogo de una nueva etapa. Sin cerrar ninguna puerta.

«Hasta una próxima ocasión, si la hay» Decíamos ayer…

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