A las 3 serán las 2

Hoy miraré al espejo y me toparé con Bill Murray. Los años pasan rápido; los lugares comunes no. Siempre me resultó curioso que el hombre del tiempo acabara atrapado cinematográficamente en él. Y más teniendo en cuenta que weather y time no guardan relación semántica en lengua inglesa. Contra pronóstico y como en la ficción, el tiempo cronológico gusta de detenerse más de lo que creemos. Hoy es uno de esos días. 

El temporal arrecia ahí fuera. La cotidianidad se deleita al escupirnos sus verdades y miserias, al enfrentarnos a nuestra simpleza  existencial. Ciclos vitales que encierran otros círculos concéntricos. De manecilla, digital, radiodespertador, estación meteorológica… Tras reajustar cinco relojes, lo peor está por llegar. El monopolio dialógico catalán dará chance a los típicos tópicos. Para chanza y desesperación. Los errores históricos se repiten, las frases histéricas también. 

No es que lo presienta. Lo sé. Me lo veo venir. Lo volveré a escuchar. Al comprar el pan, alguien se lamentará de la desubicacion espacio-temporal que hoy le aqueja. Soportaré los lamentos de quien confirme empíricamente «cómo acortan los días». Y tragaré bilis -«ranas, sapos, batracios…»- cuando alguien me describa los efectos del jet-lag que padece. Y ante tales situaciones callaré, compondré mi mejor cara de sorpresa, fingiré interés… 

Como si fuera la primera vez que vivo un cambio de hora. Como si nunca hubiese soportado una alteración del sueño. Como si desconociera el significado de gaupasa. Como si jamás hubiese cruzado a Portugal. Como si en mi vida hubiera trabajado de noche durante meses o años. Como si no hubiese consolado insomne a quienes me reclamaban entre llantos. Como si durmiera siempre como un lirón, o marmota. Como si no fuésemos todos vecinos, alguna vez, de la maldita Punxsutawney

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